ENTRE DOS CERROS (Cuento)
Autor: Miguel Casimiro 02/Septiembre/2009
Colección: Travesuras En El Barrio
Son ya las seis y quince de
la tarde. El sol exhausto reposa ya sobre el horizonte inhabitado. Se aflora entre
las dos desérticas colinas al final del extenso llano. Parece observar los
últimos momentos de su breve despedida. No quiere perderse nada por tener motivos
para soñar. La frescura lo arropa todo enterneciéndolo con su entonado susurrar.
A coro con los últimos alegres vuelos, fugaces, de las avecillas. Se escucha ya
el gorjeo de las golondrinas nocturnas esparcidas en el grisáceo celestial. Únicos testigos
y confidentes de tan radiante declinar. Es entonces cuando aparece ella. Asoma con
su enorme sonrisa a la salida del trabajo. Con movimiento lento acude a mi
encuentro. Procuramos desandar los pasos que, por separados, nos llevaron afanosos
hasta aquí. Cerca de un kilómetro desde la autopista hasta el fondo del callejón
pedregoso, en medio del dormitante caserío.
¡Cuánta gracia tiene su cuerpo,
al caminar! Tiene el encanto y la belleza de la mitológica 1 Helena de Troya.
Su nombre, aunque resuena en la mente como el eco melodioso de un vals,
no lo debo decir todavía. Es nombre de guerra.
La veo. Comienzo a necesitarla, como la Tierra suspira ansiosa por el
sol y el agua. Lo sabe bien. Como lo saben todas cuando se les estremecen las
entrañas. Quisiera correr ansioso desde la acera opuesta. Como hojarascas en llamaradas que a
su paso lo arrasa todo hasta el final del llano. Y escalar, igual de impetuoso,
hasta las cúspides de los cerros. Y conquistar
la cascada rubia de su pelo. Pero no lo hago. De verla siento ya un espíritu triunfador.
Viene ella. Con su alegre
altivez parece desafiar a los dispersos nubarrones de bordes abrillantados; muy
comunes en Diciembre. Se adelanta. A su paso, clava profunda la espada mórbida de
su mirada en la mía. Con un ¿te vas?
casi silencioso, añoñado, cariñoso. Y va despacio por el camino. Con pisadas
menos firmes que las acostumbradas. Como si esperara. Y dijera: ¡Sígueme! La
hierba reseca de la calzada de tierra se arrodilla bajo el peso de sus pies. Pies
nobles que sostienen sus piernas majestuosas. Son cual columnas de mármol de un templo griego. Parecen
prolongarse hasta el cielo... Hasta la
gloria... Hasta Allí, en donde la
brisa juguetea plácida con el mariposear de su falda adornada de flores silvestres
multicolores y de ruedo con volante plisado.
Corro, al fin. A su lado acudo
dando pasos agigantados. Evado, sin notar, las piedrecillas acumuladas en la
orilla del camino por las ruedas de las máquinas al transitar. No sé si vuelo o
piso sobre el aire. Oscurece muy rápidamente. La meta es regresar a casa. Alguien
nos espera, quizás. Las nubes ennegrecen como enfurecidas por los celos. Todavía
lejos de la autopista, dejan caer sus penas sobre nosotros a manera de lluvia repentina.
El polvo recién mojado huele a pueblo abandonado. Pero la fragancia de ella me
tiene aromatizada toda el alma. Es un extraño crepúsculo vespertino en que cada
detalle aparenta formar parte de un plan subversivo de un no sé quién. No es
para menos llevando de la mano el mejor filete de los alrededores. Los carroñeros
insatisfechos con sus esposas, como lobos hambrientos deambulan por doquier.
Somos un punto solitario en
tonos de grises en medio de la oscuridad. El peligro abunda a orilla de la autopista
fantasma que por intuición existe entre la bruma. Siento ternura en su magnetismo
bajo la pequeña sombrilla intenso escarlata. Apenas nos refugia del aguacero. Su
cercanía me cautiva poderosamente. Aumenta la avidez de sentir su aura tibia y
su respiración. No me preocupa cuán larga sea la espera sobre el andén
rebosante. Tampoco importa si azota el viento hidrolizado. A su lado no siento a
nadie más que a ella. Ni me importa. Aminora la lluvia. Un poco innecesario e
inoportuno. Quince minutos después, por fin, se acerca el autobús. ¡Gran cosa! Se
aproxima desgarrando el éxtasis con su ruido peculiar. Sus luces, casi vencidas
por las tinieblas, se hacen más intensas. Un rato más y pierdo el equilibrio. Es
lo que más quisiera. Y caer en picada en el estanque rojo pálido del cáliz de
su boca. O quizás enredado en su cabellera que, retozona con la brisa, aletea en
mi cara. Un instante más quemándome solo.
¡Y nada de nada!
Treinta y tres fastidiosos kilómetros
de pensamientos entretejidos sobre ruedas. Un chapuzón de tres más a pies, me
acompañan de guardaespaldas hasta la casa. La densidad de la noche es ahora perforada
por la lluvia, con mayor intensidad. Cae desde el cielo como varillas de diamante
sobre un gran manto negro. Tan inmenso como el tiempo encadenado de la espera. La
luna entre los brazos del Sol durmiente, hiere el silencio con sus reflejos
plateados. En los charcos cercanos se escucha el ronco croar de los sapos y el cua-cuá
de las ranas. Se regocijan con el bullicio de sus orgías interminables, y con
sus fiestas bacanales emborrándose de caricias. El placentero susurrar del
viento en las hendijas de las tablas, es el inconstante acompañante dentro de
la casa. Y también la espina de la soledad clavada en el alma.
Sobre el
colchón me envuelve el sueño. Encarcela la memoria y sus recuerdos. El cansancio
laboral también hace lo suyo. Se desnuda el alma, y se baña con mórbidos deseos.
La fragancia delicada del perfume de mujer se cuela entre los espacios
imaginarios. Acaricia mi nariz, suavemente... Se desvanece el alma, derretida
en el olvido. Y se entretejen erráticos, a sus antojos, los códigos de la mente.
Se abre la puerta del mundo paralelo. Dimensión hipnótica, complaciente de los deseos
no logrados y las ilusiones reprimidas. Y concibe la blancura sonrosada de la
imagen amada. Se acerca bañada por el trigo de humedecido pelo. Es la
materialización humana de la noche. Va cual novia con la prenda caída. A su
paso estremece todo ser lleno de vida. Sobre el asta embravecida flota la
sábana que me cubre. Pide ansiosa que se llegue la muerte. Si acaso existe en esta
dimensión.
Ondulante, sigilosa, se presiente su frescura
tentadora. Cual pantera hambrienta que se arroja sobre el cuerpo encandecido. Y
estalla un beso jugoso en mis labios. Un grito herido que acalla a los sapos, y
al silencio mismo mutilado y sorprendido. Siento punzantes los vértices de su pecho seductor.
Se escasea el aire vivificador. No muy lejos, se extiende zigzagueando y arando
suave por las laderas sedosas del monte, la serpiente que busca el cálido
abrigo. Va jadeante hasta la cima. Una y otra vez se resbala y cae entre la
zanja y el fango. Así, errante en la niebla, va el ser libando las mieles
silvestres entre las cuevas de los peñascos...
Y aúlla aún más el viento entre los matorrales. Desesperando como yo.
Mis manos estremecidas,
mentalmente navegan suaves por los altibajos escondidos de la cañada. El rojo
intenso y mutilado aumenta más la sed en el esfuerzo. Sobre el asta
desbanderado se balancea la imaginación. Y en el pozo umbilical de la pradera
sedosa de su cuerpo tintinean los cristales que se deslizan desde las cumbres
palpitantes y febriles de los cerros. La leña arde arropada por el fuego
placentero, a pesar de estar mojada por los deseos. En el techo encumbrado a dos
aguas, una lagartija curiosa y solitaria se pasea bajo la penumbra fantasmal
del candil apagado. Despertada, quizás, por el gemir de la noche, el crujir del
lecho, el roncar de la luna y el susurrar del viento.
Por el camino cenagoso,
empinado a veces, no lejos de la casa, avanza premurosa bajo la lluvia la
carreta del bienaventurado. Va cargada, quizás, de frescas esperanzas. Empapado
hasta los huesos, aumenta sus pasos por la resbalosa hondonada. Procura cruzar
el río antes que se desborde hacia los altibajos de su cuerpo. El asta ardiente
hiere la candidez de la noche. En la tranquilidad resuena un quejido seco,
entre los dientes. La luna indiscreta se despierta asomando su mirada curiosa
por una brecha en el techo. El tiempo raudo, excitado, galopa hasta parear sus agujas en el confín celeste
de su esfera platinada. Entonces, cesa
la lluvia al fin. Se calma el viento... Y exhaustos, la noche y yo, tendidos abrazados sobre el lecho alborotado y sudoroso,
cerramos soñolientos los ojos hasta mañana.
Canta
tembloroso el gallo en el friolento clarear. Desertora la niebla matinal, huye
despavorida de los tibios tentáculos del sol. Un hilo dorado, perezoso, me toca la frente. Despierto. Después del
fuego, la ceniza queda. Eso pienso. Busco ansioso entre la sábana, sólo por un
rato, los recuerdos hilvanados por ahí. Pero sólo una mancha amarillenta se
delata tenue, moribunda, en el centro del lienzo, dos cerros de suaves plumones
entre los cuales descansa mi cabeza, y una gran sonrisa en el corazón.
Añoro cada breve
tarde de confidencias con Helen. Recuerdo cada día su ternura. Hasta creo que me quiere igual
y se lo aguanta. Guardo aquel beso imaginario en el cofre sagrado de su
mejilla, su cintura grabada en las manos, y sus palabras que excitan la
imaginación. Pero, ¿Me ama ella? ¿Me
desea ella? ¡Quién sabe lo que piensa una mujer! Sólo sé, si acaso sé, que la vanidad a veces nos eleva hasta el
cielo y la gravedad nos hace caer. Un arcoíris de intensos colores se arquea
desde los cerros hasta los límites de la sabana repleta de florecillas
campestres, como si dijera: “No desespere. Será mañana.”
Notas y referencias:
1 Helena – Es un personaje de la mitología griega que también se le conoce como Helena de Troya o Helena de Esparta, cuyo nombre significa “antorcha”, haciendo referencia a la “luz que brilla en la oscuridad”. Era considerada hija del dios Zeus y pretendida por muchos héroes debido a su gran belleza, motivo por el cual fue seducida y raptada por Paris, príncipe de Troya, lo que dio origen a la Guerra de Troya.
3 Ave Fénix – Ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, anaranjado, y amarillo incandescente, de fuerte pico y garras; la cual se consumía por la acción del fuego cada 500 años, para luego resurgir con toda su gloria de sus cenizas. Según algunos mitos, vivía en una región que comprendía la zona del Oriente Medio y la India, llegando hasta Egipto, en donde se le denominaba Bennu, y ha sido considerada un símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación y la inmortalidad. Poseía varios dones, como la virtud curativa de sus lágrimas.
4 Right now –
Construcción idiomática de la lengua inglesa
cuyo significado en español no varía aunque se escribe de diferentes maneras: ahora mismo, ya, en éste momento, de una vez,
sin tardanza, de inmediato, justo ahora, en éste instante.
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